Es un dispositivo electrónico diseñado para inhalar el aerosol generado por la vaporización de un solvente líquido, generalmente compuesto de propilenglicol, glicerina vegetal y saborizantes sintéticos, que puede incluir o no nicotina. Están diseñados para simular el uso de cigarrillos de tabaco. Por no haber combustión de por medio en la generación del aerosol su uso representa mucho menos riesgos a la salud que el fumar tabaco.
La corriente eléctrica proveniente de una batería calienta a una resistencia que está en contacto con el líquido solvente, el cual es vaporizado cuando el usuario aspira generando una presión negativa. El aerosol resultante (llamado “vapor” ) es inhalado por el usuario (“vapeador”) en una acción que simula el uso de un cigarrillo tradicional pero reduciendo de manera drástica los efectos nocivos del humo de tabaco (ver la evidencia científica).
Los cigarros electrónicos, como miles de otros productos de consumo utilizan baterías recargables. Ninguna batería está exenta de riesgos. Los accidentes con cigarros electrónicos son muy poco frecuentes y suelen tener como causa el descuido y mal uso que algunas personas hacen de ellos. Muchas veces el equipo ni siquiera está involucrado sino que el accidente se produce en las pilas de repuesto que las personas llevan consigo cuando no las colocan en fundas o cajas apropiadas para su transporte. Las baterías sometidas a condiciones de uso o transporte inapropiado pueden liberar gases (venteo) para liberar presión que se acumula dentro de ellas. El venteo puede, en algunos casos, ser violento. Las causas principales de los accidentes se deben a la sobrecarga de las baterías o a cortos circuitos (por ejemplo, guardar una pila en la bolsa sin ninguna protección y que la misma haga un corto circuito con objetos metálicos que entren en contacto con ella).
Salvo por la similitud de uso (el ritual de llevar un objeto a la boca para inhalar una sustancia de apariencia gaseosa), son objetos completamente distintos. La diferencia más importante es que el cigarro electrónico genera un aerosol sin combustión que es químicamente distinto al humo del tabaco (generado por combustión de la hoja del tabaco y del papel que la envuelve). Como lo señalan muchos estudios científicos (ver evidencia) el “vapor” del cigarro electrónico es significativamente menos dañino que el humo del tabaco.
De ninguna manera. Ni los dispositivos electrónicos ni el líquido que se vapea utilizan como materia prima al tabaco. No pueden ser categorizados en forma consistente como productos del tabaco.
La gran mayoría de los equipos son producidos por empresas emergentes pequeñas y medianas especializadas en el vapeo, ubicadas principalmente en China, los EUA y la Unión Europea. La comercialización de estos productos se hace en tiendas físicas especializadas y por Internet. La industria tabacalera entró tarde al mercado del cigarro electrónico y varias corporaciones han comercializado sus propias marcas que consisten, en su mayoría, en sistemas de vapeo cerrados de bajo costo y eficiencia, a los que por su diseño que recuerda al de un cigarrillo se les conoce como “cig-a-likes”. Recientemente la industria produce también otros dispositivos electrónicos de riesgo reducido conocidos como productos HnB “heat not burn” que no son cigarros electrónicos, ya que generan un aerosol sin combustion al calentar un cartucho de tabaco tratado químicamente.
En México no está prohibido tener cigarros electrónicos, aunque desafortunadamente si está prohibida su comercialización (ver su estatus legal). Su uso tampoco está prohibido. Recomendamos vapear solo donde sea permitido y siempre tener en cuenta que el vapor (sobre todo en grandes cantidades) puede ser intruso y molesto para muchas personas.
La posesión y el uso de los cigarros electrónicos está prohibido en algunos países como Tailandia, Jordania, Omán, Qatar, Indonesia y Singapur.
Los cigarros electrónicos fueron creados originalmente como una alternativa de riesgo reducido para los fumadores y son ellos quienes constituyen la enorme mayoría de usuarios. Los sondeos y censos muestran que solo una pequeña minoría menor al 1% de usuarios son personas que nunca han fumado (ver estadísticas).
Si se puede, lo cual es una gran ventaja de los cigarros electrónicos pues empoderan al usuario a decidir la dosis. El vapeador puede elegir la concentración de nicotina (en miligramos por mililitro) o bien adquirir sus líquidos sin ella. Las marcas comerciales ofrecen sus líquidos en diversas concentraciones de nicotina o sin ella. Es común que los fumadores que han migrado al uso de los cigarros electrónicos inicien con niveles altos y gradualmente reduzcan la concentración de nicotina en los líquidos que consumen, e inclusive llegan a eliminarla completamente.
Existen miles de sabores (y olores) distintos, lo que es otra de las ventajas atractivas que ofrece el cigarro electrónico como parte de las opciones que brinda al vapeador. Algunos líquidos tienen sabores parecidos al tabaco, pero también se venden líquidos con sabores tan diversos como frutales, de postres, mentolados, de bebidas, etcétera, e inclusive hay quienes vapean líquidos sin saborizantes. En el proceso de vaporización algunos saborizantes pueden aportar compuestos químicos potencialmente tóxicos al aerosol, como por ejemplo el diacetilo, sin embargo estos compuestos ocurren en concentraciones muy bajas (ver discusión sobre carbonilos y desinformación al respecto). Una vez identificado el proceso químico, los líquidos pueden ser depurados para evitar la generación de estos contaminantes o minimizar su concentración. Ver discusión el asunto del diacetilo.
No, no es cierto. No todos lo médicos sostienen esta opinión. Por ser un producto novedoso y controvertido (mas en México), la información sobre el cigarro electrónico requiere tiempo en ser difundida. Mientras tanto, muchos médicos que aún desconocen sus características por diversas razones (precaución o temor a causar daños) asumen la posibilidad mas pesimista: que “es” o “debiera ser” tan dañino como el cigarro convencional. Una variante es asumir que quizá es “menos dañino” que el cigarro convencional, pero “lo suficientemente dañino” como para no recomendar su uso. Sin embargo, y pese a la desinformación (ver ejemplos), cada vez hay mas médicos que se enteran de la creciente evidencia científica que respalda al hecho de que el perfil de riesgo del cigarro electrónico no solo es mas benigno que el de los cigarros convencionales, sino que es lo suficientemente benigno como para recomendar su uso a fumadores que no logran dejar de fumar por otros métodos.
Si las hay. Todas las instituciones médicas en el Reino Unido, incluyendo al prestigioso Real Colegio de Médicos de Londres (RCP) (enlace), sostienen que el cigarro electrónico es mucho menos dañino que el convencional y sustentan esta opinión en base a resultados científicos sólidos. De hecho, el uso del cigarro electrónico es parte integral de la política oficial británica contra el tabaquismo (ver documento oficial). El gobierno de Nueva Zelanda ha adoptado una política similar. Además de estas instituciones, muchos médicos y especialistas individuales en la Unión Europea, EUA, Canadá, Australia y otros países, incluyendo conocidos expertos en tabaquismo y adicciones, sostienen esta misma opinión en base al mismo cuerpo de evidencias.
El valor de riesgo de “5%” relativo al cigarro convencional fue publicado originalmente por la Agencia de Salud Pública de Inglaterra (PHE) en 2015 y adoptado en 2016 por el Real Colegio de Médicos (ver referencias). No es un valor exacto y milimétrico, pues es difícil cuantificar riesgos en un fenómeno con tantas variables y complejidad como el tabaquismo. Debe ser entendido como una estimación de daño máximo posible dada la evidencia disponible. El mismo RCP afirma al revisar la evidencia de cientos de estudios que los riesgos -muy probablemente- sean menores a este valor.
El cigarro electrónico es un tema muy controvertido, por lo que ha sido ampliamente estudiado. Algunos de los artículos e informes que han revisado la literatura (ver referencias) citan a mas de 1000 estudios sobre diversos temas y asuntos relacionados al cigarro electrónico. Aunque hay muchos estudios con metodología deficiente (los cuales identificamos en las diversas páginas de este sitio) e incluso con resultados fraudulentos (ver directorio de la desinformación), también hay estudios de gran calidad y alcance. En el presente sitio citamos y proporcionamos información sobre cientos de estudios publicados, incluyendo artículos de reseña extensa (ver aquí).
Si los hay. Algunos son estudios deficientes que han probado al cigarro electrónico en condiciones de laboratorio que no son de uso normal (la “calada en seco” equivalente a carbonizar una carne asada y pretender que es la forma usual de comer carne, ver discusión), otros son estudios que indebidamente extrapolan a humanos resultados obtenidos en cultivos de células o en ratones, otros simplemente emiten conclusiones alarmantes que no se sostienen en los resultados obtenidos (ver resumen y discusión detallada aquí, aquí, aquí y aquí). Todos estos estudios han sido refutados (los de laboratorio) o han sido duramente criticados. Además, el afirmar que “son dañinos” no tiene sentido sin cuantificar el daño o sin comparar con otros productos, en particular, con el producto contra el cual compite: el cigarro convencional. En base a esta comparación es posible afirmar que la evidencia científica de calidad disponible (ver resumen de la evidencia) sustenta el hecho de que es mucho menos dañino, a tal grado que quien sustituye al cigarro convencional por el electrónico experimenta mejoras de salud significativas y apreciables.
Ningún estudio afirma que el uso de los cigarros electrónicos es 100% libre de consecuencias a la salud. Sin embargo, hay un caudal de estudios (ver resumen y discusión detallada) que reporta solo daños menores (irritación en la boca o garganta) en usuarios habituales por lapsos de 1 año (o hasta 3.5 años). Al evaluar los daños a la salud por el uso del cigarro electrónico es necesario tomar en cuenta que la casi totalidad de sus usuarios son fumadores o ex-fumadores, por lo que los daños observados bien pueden venir de su historia previa de tabaquismo, y no del uso intrínseco del cigarro electrónico.
Proporcionamos una guía de como identificarlos en el directorio de la desinformación y de como refutarlos en esta página. Detalles sobre estudios “chatarra” y estudios tendenciosos sobre el vapor inhalado, el vapor ambiental, estudios toxicológicos y los que afirman que no sirve para dejar de fumar.
El principio clave de la toxicología es “el veneno está en la dosis”. Dar solo una lista de compuestos químicos presentes en el vapor es información inútil, a menos que se proporcione la concentración con la que son detectados y se compare con su concentración en el humo del tabaco (o en el aire ambiental). El proceso de vaporización produce algunos compuestos potencialmente tóxicos y cancerígenos (ver la química del vapor aquí y aquí). Sin embargo, no solamente son mucho menos que en el humo del tabaco, sino que estos compuestos se detectan en concentraciones muchísimo menores.
Los estudios científicos de calidad han detectado en el vapor ambiental (exhalado por vapeadores) concentraciones sumamente bajas de compuestos potencialmente tóxicos y cancerígenos (ver discusión detallada). Estas concentraciones son lo suficientemente bajas como para concluir que no hay causa de preocupación por posibles daños a la salud de personas en el entorno por exposición el vapor ambiental o de segunda mano de los vapeadores (ver aquí, aquí y aquí). Algunos estudios han reportado alta toxicidad en el vapor ambiental, sin embargo todos ellos tienen serias fallas metodológicas (ver refutaciones).
En el consumo a corto plazo y en las dosis típicas del uso del cigarro electrónico (e incluso en el cigarro de tabaco), la nicotina produce efectos cardiovasculares menores, semejantes a las de la cafeína (aumento de ritmo cardiaco, rigidez arterial). El uso a largo plazo en personas con problemas cardiovasculares puede ser riesgoso. Hay estudios en cultivos celulares o en ratones que sugieren una asociación con varios cánceres, pero no hay evidencia clínica de que esto se traduzca en riesgos de cáncer en humanos por consumo de nicotina. De hecho, la evidencia muestra lo contrario: no hay asociación entre el cáncer y el consumo a largo plazo de nicotina farmacéutica o en tabaco “chupado” (el snus). Ver discusión detallada sobre la nicotina.
El potencial de adicción de la nicotina depende del medio de suministro: es adictiva al consumirla a través del cigarro de tabaco, prácticamente no lo es a través de medicamentos (parches y chicles). Casi todos los estudios sobre el potencial adictivo de la nicotina han sido realizados en relación a su consumo a través de cigarrillos convencionales, y algunos pocos en nicotina farmacéutica. Los pocos estudios en cigarros electrónicos muestran que su dependencia y adicción es comparable a la observada en la nicotina farmacéutica. Ver discusión detallada sobre la adicividad de la nicotina.
Claro que es mejor. También es mejor no beber alcohol, no ingerir alimentos grasos o azucarados y hacer mucho ejercicio físico. Sin embargo, en la vida real pocas personas logran ese ideal utópico de salud perfecta y absoluta libertad de adicciones. Lo “perfecto” (e inalcanzable) es enemigo de lo “bueno” (y realizable). En la vida real consumimos sustancias que nos dan placer y asumimos riesgos. La ganancia en salud pública sucede cuando logramos reducir los riesgos en forma razonable e informada. Sería idóneo que nadie fumara, pero no es realista suponer que todos los fumadores pueden o quieren dejar de fumar. De ahí que el cigarro electrónico, como un producto de mucho menor riesgo, y que reproduce los rituales del fumar, sea una herramienta importante para ayudarles a continuar el consumo de nicotina y al mismo tiempo reducir o eliminar el consumo de cigarrillos, evitando así la toxicidad del humo de tabaco. El que estos fumadores sigan usando a perpetuidad el cigarro electrónico (en vez del de tabaco) ya representa una ganancia de salud pública. Proporcionamos una discusión sobre el enfoque de reducción de daños como alternativa pragmática al ideal “perfecto” de la abstinencia
Aun hay muchos interrogantes sobre el cáncer, es un tema complejo en el que intervienen factores genéticos y ambientales, por lo que es aún sujeto de investigación científica de frontera. Sin embargo, hay estudios que calculan, en base a modelos fisiológicos ajustados por datos médicos, un “potencial cancerígeno” del cigarro de tabaco en base a las concentraciones en el humo de tabaco de compuestos identificados como cancerígenos (por ejemplo, nitrosaminas, carbonilos). Hay dos estudios que han aplicado esta metodología al cigarro electrónico en comparación directa con el cigarro de tabaco (ver referencias y resultados). La mayoría de los compuestos cancerígenos en el humo del tabaco están ausentes en el vapor del cigarro electrónico, y los presentes se encuentran en concentraciones muchísimo menores. Por lo tanto, ambos estudios reportan (como es de esperar) que el potencial cancerígeno del vapor inhalado en el cigarro electrónico es menor que el 1% del debido al humo del cigarro.
En los 10 años de uso no existe evidencia que sugiera que el cigarro electrónico cause enfermedades respiratorias crónicas, aunque es cierto que el líquido para vapear contiene sustancias que pueden irritar las vías respiratorias (aunque en menor grado que el humo de tabaco), esta irritación es transitoria, a menos que haya una alergia hacia alguno de los componentes del aerosol. En el vapor de los cigarros electrónicos no se encuentran la inmensa mayoría de las sustancias presentes en el humo de tabaco como monóxido de carbono, múltiples compuestos orgánicos tóxicos y el alquitrán (materia particulada sólida). Ver discusión extensa sobre efectos respiratorios del vapeo.
Si bien no se conocen directamente los efectos del cigarro electrónico a muy largo plazo (por ser un producto de reciente creación y menos de 10 años de uso) la evidencia disponible de estudios clínicos y observacionales sugiere que existe una alta probabilidad de que los efectos por el uso prolongado a largo plazo sean menores, sobre todo muchísimo menores que daños que genera el fumar cigarros de tabaco a largo plazo. Ver discusión al respecto.
Hay evidencia de estudios clínicos y de seguimiento que indican que quienes logran completamente sustituir el cigarro de tabaco por el electrónico logran mejoras apreciables en todas las funciones biológicas, sobre todo respiratorias y cardiovasculares (ver discusión extensa). Además, hay muchos testimonios de gente que confirman estos resultados. Quienes vapean y fuman, pero logran disminuir el consumo de cigarros también logran mejoras en su salud, pero menores (dependiendo de cuanto reduzcan). La inmensa mayoría de quienes vapean son ex-fumadores y fumadores, por lo que es posible que para algunas personas que recién adoptan el vepeo aun tengan problemas de salud debido a los daños producidos por una larga historia previa de tabaquismo. Los estudios clínicos muestran que la mayor incidencia de mejoras a la salud ocurren en vapeadores habituales que ya no fuman.
Lo mejor es consultar a su médico. Personas con enfermedades cardiovasculares crónicas deben consultar a su médico sobre el consumo de nicotina sin humo mediante.
La evidencia (ver aquí, aquí y aquí) muestra que el vapeo no recluta fumadores nuevos. Los estudios poblacionales en los EUA, Reino Unido y la Unión Europea muestran que menos del 1% de quienes vapean son personas que nunca han fumado. También muestran que la proporción de fumadores en la población (tanto adultos como adolescentes) ha decrecido a tasas mas rápidas desde 2011 cuando el uso de cigarros electrónicos se vuelve popular y aumenta exponencialmente.
El cigarro electrónico es una alternativa muy atractiva para dejar de fumar. Los fumadores que adoptan su uso pueden consumir nicotina y mantener muchos de los rituales y movimientos de fumar, pero sin la toxicidad del humo de tabaco. Además, se puede disfrutar de una selección de líquidos con miles de sabores y olores. Entre otras ventajas, el vapor se disipa rápidamente y no deja trazas. Todo esto lo hace muy competitivo frente a los parches y chicles de nicotina, asimismo, no es necesario consumir medicamentos como el champix que tienen posibles efectos secundarios preocupantes. Los estudios basados en censos y sondeos han detectado que sirve para dejar de fumar, incluso mas que los parches y chicles, pero esto siempre y cuando el que intenta dejar de fumar lo use en forma habitual, no intermitente. También sirve para fumar menos. Los estudios clínicos no detectan que sea tan exitoso, pero estos estudios han sido diseñados para evaluar medicamentos y tratamientos médicos en condiciones estandarizadas de laboratorio, por lo que no son adecuados para estudiar el uso de un producto de consumo tan variado como el cigarro electrónico. Por último, hay miles de testimonios de personas que dejaron de fumar gracias al cigarro electrónico.
Hay estudios en los EUA que alegan esto, pero la evidencia basada en censos de adolescentes en EUA y en el Reino Unido muestra que no está ocurriendo. De hecho, la evidencia sugiere precisamente lo contrario: la proporción de adolescentes que fuma ha disminuido dramáticamente en esos países justo desde 2011 cuando el uso de los cigarros electrónicos aumenta enormemente. Los cigarros electrónicos no son una puerta de entrada al tabaquismo, están actuando más bien como una “puerta de salida” del tabaquismo. Ver resumen de la evidencia y discusión detallada aquí, aquí y aquí,
No hay prueba alguna de este alegato, que de hecho es inconsistente: la mayoría de la gente que recurre a los cigarros electrónicos lo hace precisamente para dejar de fumar. Además, los cigarros electrónicos no son un plan de marketing de las tabacaleras. Son productos fabricados por industrias emergentes pequeñas y medianas en China, los EUA y Europa. Aunque las compañías tabacaleras han incursionado en la industria del vapeo, lo han hecho por la oportunidad de negocio que puede representarles. No existe evidencia alguna que demuestre que el cigarro electrónico es parte de un gran plan para llevar a los usuarios al consumo de cigarrillos.
Las tabacaleras no dominan el mercado de los cigarros electrónicos. La variedad de sabores es positiva al ofrecer a los fumadores, que quieren vapear, más opciones que puedan ser de su agrado y ello incentiva la adopción de los cigarros electrónicos y el abandono del tabaco. No existe evidencia alguna que demuestre una relación causal entre la existencia de esos sabores dulces y frutales y el consumo de tabaco por parte de los adolescentes. Se ha demostrado también que la mayoría de los adolescentes que han experimentado con cigarros electrónicos eligen usar líquidos
Pensamos que no. Las campañas contra el tabaquismo han sido muy exitosas en generar una clara conciencia en los niños sobre los daños que produce fumar cigarros convencionales. El cigarro electrónico no normaliza ni promueve el consumo de cigarros de tabaco, sino todo lo contrario. Además, el ejemplo que recibe un niño cuando ve a alguien vapear es de alguien que está dejando de fumar.
El humo de tabaco produce daños a la salud de los fumadores pasivos. Sin embargo, la composición química y la toxicidad del vapor exhalado por los usuarios ha sido examinada por múltiples estudios y el resultado es que el vapor “de segunda mano” o “ambiental” no produce daños sanitarios a terceras personas expuestas a él (ver discusión detallada, ver refutación de la desinformación). Si el vapor ambiental no daña la salud de las personas ¿Cuál sería entonces el argumento para prohibir el uso de los cigarros electrónicos en lugares donde no se puede fumar? Vapear en interiores puede ser en todo caso un asunto de convivencia social, lo cual requiere una reglamentación racional, mas no una prohibición automática (ver discusión al respecto).
La razón por la que se prohíbe fumar en espacios cerrados es para evitar causar daño a las personas en el entorno. Si no existe evidencia de que la exposición involuntaria al vapor de los cigarros electrónicos sea dañina, el permitir su uso en interiores no es ya un asunto de salud sino, en todo caso, de convivencia social. Si se reconoce que los cigarros electrónicos tienen el potencial de reducir los daños del tabaquismo, pudiera establecerse un régimen menos estricto que el establecido para el humo de tabaco. Por ejemplo, dejar que los dueños de establecimientos privados decidan si permiten o no que se vapée al interior de los mismos. Una política más flexible, fundamentada en el hecho de que el vapor ambiental no es dañino mientras que el humo de tabaco si lo es. Una política flexible podría ser una herramienta útil para incentivar que los fumadores transiten a los cigarros electrónicos y abandonen el consumo de productos de tabaco. Ver discusión sobre este asunto.
No debe permitirse vapear a los menores de edad. Aun cuando el cigarro electrónico causa menos daños que el tabaco convencional, su uso debe restringirse a la población adulta.
Los cigarros electrónicos no deben ser usados por mujeres embarazadas ni en periodo de lactancia. Sin embargo, si la mujer es una fumadora que no logra dejar de fumar o tiene demasiada dependencia de la nicotina, es preferible que consulte a su médico para ver que opciones le recomienda.